A Dios rogando y con el mazo dando: cómo volver a moverte cuando la vida te pide un giro

Las frases de la abuela regresan cuando la vida nos invita —o nos empuja— a despertar.
Y “A Dios rogando y con el mazo dando” es una de esas verdades que, a cierta edad, deja de ser un refrán simpático y se convierte en un espejo: uno que muestra dónde estamos confiando demasiado… o moviéndonos de menos.

Porque hay un punto de la vida profesional, generalmente después de los 40 o 50, donde la realidad se vuelve más honesta.
Más exigente.
Más íntima.

De pronto descubres algo incómodo:
la fe sin acción paraliza, y la acción sin fe agota.

Cuando te quedas atrapado entre esperar demasiado y actuar sin dirección

A lo largo de los años he acompañado a muchos profesionales senior que viven este dilema en silencio. Y lo reconozco tan claramente porque, en ciertos momentos de mi vida, yo también lo transité en primera persona.

Algunos viven esperando “la señal perfecta”:
– el mercado ideal,
– el jefe correcto,
– la oportunidad exacta,
– el momento sin riesgos.

Y mientras esperan… se estancan. Saben que necesitan cambiar, pero la perfección imaginaria se vuelve cárcel.

Otros se van al otro extremo:
Apretar el acelerador.
Controlar todo.
Ser imprescindibles para todos.
Cargar más y más… sin darse tiempo para sentir hacia dónde deben realmente ir.

Y terminan agotados, desconectados, vacíos.

Unos confían sin moverse.
Otros se mueven sin confiar.

Pero ambos pagan el precio: dudas, desgaste, pérdida de sentido.

“A Dios rogando y con el mazo dando”: una verdad que pide equilibrio

Y aquí aparece la fuerza de la frase de la abuela.
“A Dios rogando y con el mazo dando” no habla de religión. Habla de equilibrio.
De una forma más madura de atravesar la vida.

A esta altura de tu camino ya intuyes algo esencial:

No controlas el mercado.
No controlas a tu jefe.
No controlas una reestructuración.
No controlas lo que otros deciden.

Pero sí controlas:
– tu claridad,
– tu preparación,
– tus decisiones,
– tu propósito,
– la forma en que respondes cuando la vida se mueve sin avisar.

Los líderes más conscientes no actúan por impulsos ni se paralizan por miedo.
Actúan con intención.

El momento exacto donde algo cambia (y tú lo sabes)

Tu vida profesional da un giro cuando entiendes esto:

La acción sin propósito desgasta.
La espiritualidad sin acción detiene.

El liderazgo realmente maduro integra ambas cosas:
claridad interior + acción estratégica.
Ese es el corazón del Método Perennial.

Escenas que quizá reconozcas en tu propia vida

Tal vez te veas reflejado aquí:

▪ Estás mirando una oferta laboral que brilla… pero algo no encaja.
▪ Estás cansado de ser fuerte para todos.
▪ Quieres avanzar, pero temes perder lo que construiste.
▪ Sabes que necesitas un cambio, pero no encuentras el punto de partida.
▪ Otros te piden consejo… pero tú estás en silencio contigo mismo.

Es justo en estos momentos cuando “A Dios rogando y con el mazo dando” cobra una fuerza inesperada.
No te pide certeza.
No te pide valentía absoluta.
Te pide algo más simple y más profundo: que no te quedes quieto.

Cómo te acompaño desde el Método Perennial

Cuando llegas a este punto —ese en el que ya no quieres vivir como hasta ahora— trabajamos juntos en cuatro dimensiones esenciales:

1. Talentos naturales + propósito
Un diagnóstico profundo para entender qué te mueve, qué te drena y qué etapa te está pidiendo la vida.

2. Coaching de vida para líderes senior
Claridad emocional, lectura fina de tu momento, decisiones más humanas.

3. Mentoría estratégica
Escenarios reales, dirección profesional, oportunidades concretas, enfoque.

4. Un método medido y comprobado
Hitos claros, estructura, avance visible.

Nada de teoría vacía.
Nada de motivación pasajera.
Resultados reales desde el inicio.

Si esta frase te habló hoy…

Si estás en ese lugar donde ya no puedes seguir como antes, escucha la invitación:

A Dios rogando y con el mazo dando.
Confía.
Pero muévete.
Siente.
Pero avanza.
Piensa.
Pero decide.

Y si esta nota tocó ese lugar silencioso en ti —el que sabe que una etapa está cerrando y otra empieza a pedir espacio— escríbeme.
Conversemos en privado.
No tienes por qué atravesar esta transición solo.