Las frases de la abuela
Hay frases que no envejecen.
Frases que, aunque pasen los años, se quedan grabadas en el alma porque contienen una verdad que no caduca. Una de esas frases —quizás dicha frente a la mesa de la cocina o en medio de una conversación que dolía más de lo que admitíamos— era: “A lo hecho, pecho.”
No había dramatismo en esa sentencia. Tampoco resignación. Lo que había era sabiduría. La sabiduría de aceptar lo que fue, hacerse cargo y seguir adelante sin quedarse atrapado en el “si hubiera”.
Hoy, desde el Método Perennial, esa frase adquiere una nueva profundidad.
Porque nuestros clientes —profesionales y líderes mayores de 40 años— no luchan con lo que no saben, sino con lo que ya saben y no pueden soltar. Con decisiones pasadas, caminos que ya no los representan o roles que cumplieron durante décadas y que ahora pesan más de lo que aportan.
El peso invisible de lo no resuelto
Cuando un ejecutivo o profesional llega a los 45 o 50, suele tener logros, estabilidad y una historia sólida que mostrar. Pero muchas veces, bajo esa superficie, hay un cansancio silencioso: proyectos que ya no entusiasman, relaciones laborales que se sostienen por costumbre, o el miedo a perder lo construido si se cambia de rumbo.
Y ahí entra la frase: “A lo hecho, pecho.”
No como un mandato de dureza, sino como una invitación a mirar de frente lo vivido. A reconocer los aciertos, los errores y las consecuencias de cada elección sin culpa, pero con responsabilidad.
Porque solo cuando uno acepta su historia completa —sin editar, sin justificar— puede empezar a escribir un nuevo capítulo auténtico.
Del pasado no se huye, se aprende
En el Método Perennial trabajamos con cuatro pilares: el autoconocimiento profundo de tus talentos naturales, la claridad de propósito, el liderazgo consciente y la mentoría que transforma la experiencia en legado.
Cada pilar ayuda a dar forma a ese “pecho” del que hablaba la abuela: el lugar interno donde se sostiene la vida con madurez.
Aceptar el pasado no es conformarse: es tomar lo aprendido y usarlo como masa madre para lo que viene.
Hay quienes llegan al proceso de coaching buscando reinventarse sin mirar atrás, pero pronto descubren que lo que más los libera no es lo nuevo que construyen, sino lo viejo que perdonan.
Esa reconciliación con la propia historia es un punto de inflexión.
Ahí es donde “A lo hecho, pecho” deja de ser una frase del pasado para convertirse en una filosofía de vida presente.
El coraje de la segunda mitad
La vida después de los 40 no es una cuesta abajo, como nos hicieron creer, sino un terreno fértil para construir desde la autenticidad.
Ya no buscamos demostrar, sino sentir coherencia.
Ya no queremos reconocimiento externo, sino propósito interno.
Pero para llegar ahí, hay que hacer lo que la abuela nos enseñó: levantar el pecho, asumir lo que fue, y seguir con dignidad.
Esa actitud —que combina aceptación con coraje— es el corazón del liderazgo maduro.
Y en un mundo que glorifica lo nuevo, el verdadero valor está en quienes se atreven a honrar su historia y seguir avanzando.
A lo hecho, pecho… y a lo que viene, corazón
Esa podría ser la versión moderna de la frase. Porque el Método Perennial no te pide que olvides lo que hiciste, sino que lo integres. Que transformes tus heridas en sabiduría y tus experiencias en guía para otros.
Ahí es donde el coaching y la mentoría se vuelven un legado.
Muchos profesionales de más de 40 descubren que su propósito no está en empezar de cero, sino en releer su propia historia desde otro lugar.
Lo que antes dolía, hoy puede inspirar.
Lo que antes parecía pérdida, hoy puede ser punto de partida.
Un cierre desde la conciencia
Como diría la abuela: “A lo hecho, pecho.”
Porque mirar atrás con valentía no es quedarse en el pasado, sino recuperar la energía que dejamos en cada error no asumido.
Y porque solo quien se reconcilia con su historia puede abrir los brazos al futuro sin miedo.
Así lo vemos en Somos Perennials: cada etapa de la vida tiene un propósito, y cada propósito, una oportunidad de transformación.
👉 Si estás en ese momento donde sientes que lo que fue ya no alcanza, pero aún no sabes cómo dar el siguiente paso, conversemos.
No se trata de borrar lo hecho, sino de darle sentido.
Y quizás —como decía la abuela— sea hora de poner el pecho y empezar a vivir con el corazón.

