A buen entendedor, pocas palabras bastan
Cuando la experiencia se convierte en tu mejor herramienta de comunicación
¿Por qué los líderes más experimentados a menudo son los que menos claro se comunican?
Esta pregunta llegó a mi consulta hace unas semanas de la mano de María, una directora ejecutiva con 25 años de experiencia. «Siento que mientras más sé, menos logro explicar», me confesó durante nuestra primera sesión. Su frustración era palpable: las presentaciones que antes resolvía con elegancia ahora se extendían interminablemente, y sus equipos parecían más confundidos que inspirados.
La situación de María no es única. En esta era de sobrecomunicación digital, muchos profesionales maduros han desarrollado un hábito contraproducente: complicar lo simple, extender lo breve, oscurecer lo claro. Como reza el dicho, «a buen entendedor, pocas palabras bastan», pero parece que hemos olvidado esta sabiduría ancestral.
La paradoja de la experiencia acumulada
Después de décadas construyendo carreras exitosas, desarrollando equipos y navegando por complejos entornos corporativos, algo curioso sucede en nuestro cerebro. Comenzamos a confundir complejidad con profundidad, creyendo que para demostrar nuestro conocimiento necesitamos mostrar todo lo que sabemos, todo el tiempo.
¿Te resulta familiar? Ese reporte que solías resolver en dos páginas ahora se extiende a diez. Esa reunión que duraba treinta minutos se convierte en una hora y media. Esa conversación directa se transforma en un laberinto de explicaciones que deja a todos más confundidos que al inicio.
No es que hayamos perdido la capacidad de ser claros. Es que, inconscientemente, hemos comenzado a usar nuestra experiencia como una armadura de credibilidad, cuando debería ser un bisturí de precisión.
El poder transformador de la simplicidad auténtica
Los verdaderos maestros de cualquier disciplina comparten una característica: pueden explicar conceptos complejos con claridad elegante. La simplicidad no es simplismo; es el resultado de una comprensión tan profunda que permite destilar lo esencial.
Piensa en las personas que más admiras en tu campo profesional. Apuesto a que no son aquellas que te abruman con datos y tecnicismos, sino las que logran que conceptos complejos se vuelvan cristalinos. Son quienes, con una pregunta precisa o una observación simple, logran que veas lo que antes no podías ver.
Como decía Einstein: «Si no puedes explicarlo de forma simple, no lo entiendes lo suficiente». Y aquí radica el verdadero poder de la experiencia madura: la capacidad de distinguir lo importante de lo urgente, lo esencial de lo accesorio.
¿Qué está pasando realmente en nuestro interior?
Cuando observo a mis clientes atravesar esta transición, veo que detrás de la sobrecomunicación hay algo más profundo. Está la presión de seguir demostrando valor en un mercado que a veces parece privilegiar la juventud. Está el temor a que nuestra experiencia no sea suficiente si no la exponemos en su totalidad.
Está esa vocecita que susurra: «Si no explico todo, pensarán que no sé lo suficiente». Es el síndrome del impostor disfrazado de expertise, la inseguridad camuflada de conocimiento.
Pero aquí está la verdad liberadora: tu valor no radica en la cantidad de información que puedas compartir, sino en la sabiduría para saber qué compartir, cuándo y cómo. Como bien dice el refrán, «a buen entendedor, pocas palabras bastan», y tú ya tienes la experiencia para ser ese buen entendedor.
El momento de la elección consciente
Estás en un momento único de tu vida profesional y personal. Puedes elegir usar tu madurez para complicar o para clarificar. Puedes ser quien agrega capas de complejidad a cada conversación, o quien tiene la elegancia de llegar al corazón del asunto con precisión quirúrgica.
La claridad es tu superpotencia. La concisión es tu ventaja competitiva. La simplicidad es tu legado.
María, la ejecutiva que mencioné al inicio, lo entendió durante nuestro tercer encuentro. «Me di cuenta de que estaba usando mi conocimiento como un escudo, no como una herramienta», reflexionó. Hoy, seis meses después, sus presentaciones son recordadas por su claridad y sus equipos por su inspiración.
El arte de la comunicación madura
Desarrollar una comunicación clara y efectiva en la madurez profesional requiere un cambio de mentalidad. No se trata de saber menos, sino de comunicar mejor. No se trata de simplificar por simplificar, sino de encontrar la esencia que realmente importa.
Esto implica:
- Confiar en que tu experiencia ya está validada
- Entender que la brevedad es una muestra de respeto hacia tu audiencia
- Reconocer que la claridad es un acto de generosidad
- Aceptar que menos información procesada conscientemente genera más impacto
Una invitación a la reflexión personal
Te invito a hacer una pausa y preguntarte: ¿Cómo estás usando tu experiencia? ¿Estás construyendo puentes de comprensión o muros de información? ¿Tus palabras iluminan o confunden? ¿Eres recordado por la claridad de tus ideas o por la extensión de tus explicaciones?
Si estas preguntas resuenan contigo, si sientes que tu experiencia y sabiduría pueden ser canalizadas de manera más efectiva, quizás sea momento de explorar nuevas formas de comunicarte y liderar.
El camino hacia la claridad
La transición hacia una comunicación más clara y efectiva es un proceso que requiere autoconocimiento y práctica consciente. No se trata de cambiar de la noche a la mañana, sino de desarrollar una nueva relación con tu conocimiento y experiencia.
Algunas estrategias que han funcionado con mis clientes incluyen:
- Practicar el arte de la síntesis diaria
- Preguntarse «¿qué es lo esencial aquí?» antes de cada comunicación
- Validar la comprensión en lugar de asumir que fue clara
- Desarrollar la confianza en que menos puede ser más
Conclusión: El poder de pocas palabras
Al final del día, «a buen entendedor, pocas palabras bastan» no es solo un refrán popular; es una filosofía de vida que cobra especial relevancia en la madurez profesional. Tu experiencia acumulada, esas décadas de aprendizaje, errores, aciertos y reflexiones, te han dado algo invaluable: la capacidad de ser un faro de claridad en un mundo inundado de ruido.
La pregunta no es si tienes la experiencia necesaria para ser claro y efectivo. La pregunta es: ¿estás dispuesto a usar esa experiencia como una herramienta de claridad en lugar de como un escudo de credibilidad?
Porque al final, los líderes que realmente perduran en la memoria no son los que más hablaron, sino los que mejor se hicieron entender. Y tú ya tienes todo lo necesario para ser uno de ellos.
